En la salud influyen muchos factores. En un primer vistazo, podríamos aseverar que lo que se piensa, lo que se siente y las relaciones personales que se establecen y mantienen no guardan relación directa con la enfermedad.
Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud como “estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”.
A lo largo de la historia, diversos estudios han demostrado el impacto de una adecuada regulación de las emociones y habilidades sociales sobre factores tan decisivos como el bienestar, la satisfacción personal vital o la salud. En consecuencia, en el proceso de diagnosticar síntomas, aliviar dolencias y curar enfermedades, además de acudir al médico especialista puede ser necesario cuestionarse en qué medida las decisiones personales, el estilo de vida, la forma de regular las emociones o de relacionarse con uno mismo y con los demás están afectando en nuestra salud.
Ocuparse en conocerse a uno mismo, en identificar las emociones del día a día y cómo afectan a la actitud, plantearse conscientemente qué trayecto vital elegir y con quién caminarlo, son ingredientes de una gran inversión en salud.
Existen factores biológicos y genéticos que nos condicionan. En ocasiones, se trata de circunstancias del entorno determinantes, difícilmente modificables, que es necesario aceptar para poder avanzar.
Y hay otros muchos aspectos relacionados con pensamientos, creencias, estilos de vida y actitudes en los que pueden introducirse cambios. Siempre, a pesar de las situaciones más adversas, tenemos la capacidad de elegir como queremos afrontarlo, superarlo.
Recurrir a profesionales de referencia y comprometerse con uno mismo favorece el autoconocimiento y la autoestima, aporta conocimientos para desarrollar habilidades y competencias para afrontar las dificultades diarias… Y todo ello sin necesidad de esperar a que el malestar nos supere y nos enferme.
Asimismo, implementar programas y proyectos sobre educación emocional en colegios, centros de salud o empresas es fundamental para mejorar el desarrollo personal, la satisfacción vital y la salud de las personas: desde la infancia y durante todas las etapas vitales.
Es de notable trascendencia poner especial atención en las niñas y las mujeres. Somos las que mayor presión social sufrimos a causa de los estereotipos de género, que nos otorgan más responsabilidad para cuidar y menos derechos para decidir y llevar a la práctica con libertad lo que queremos ser y hacer. El autocuidado queda en un segundo plano, y sólo es priorizado cuando el malestar impide continuar con las obligaciones impuestas o la enfermedad dificulta la realización de las actividades diarias.
Las responsabilidades mayoritariamente aceptadas para las mujeres nos ubican en una posición de desigualdad y discriminación ante los hombres: dobles, triples, múltiples cargas y jornadas diarias; dificultades para desarrollarnos en el plano formativo y profesional, lo que puede conllevar mayor pobreza económica, carencia de apoyos y redes sociales; otorgando menor importancia al autocuidado, la actividad física o el ocio… Todos factores de riesgo que
favorecen la probabilidad de enfermar.
Las relaciones de poder y la falta de regulación en las emociones repercuten directamente sobre la salud. Por lo tanto, invertir en desarrollo personal e inteligencia emocional implica invertir en salud a todos los niveles: personal, familiar, educativo, profesional y social.
Una pregunta fundamental respecto a los pensamientos que nos asaltan diariamente: ¿En cuántos de ellos reflexionamos de forma consciente para determinar qué es prioritario y principal para nosotros y qué vamos a hacer para ser coherentes con nuestras decisiones?
La salud integral requiere una mirada más global, más profunda, hacia dentro (autoconocimiento, regulación de emociones, motivación) y hacia fuera (habilidades sociales). En definitiva, este mensaje es una invitación a ampliar nuestra visión sobre la salud.
AUTOEXPLORACIÓN
Algunas preguntas en torno a la regulación de las emociones
¿Cuánto interés dedicas a conocer lo que quieres hacer, lo que te gusta y motiva, cómo y con quién quieres relacionarte?
¿Estás invirtiendo tiempo y esfuerzo en asuntos que te producen un alto grado de estrés o, directamente, malestar? ¿Estás ocupándote de cuestiones que ni quieres ni son responsabilidad tuya?
¿El enfado se ha apoderado de tu estado de ánimo y ni siquiera has sido consciente?
¿Esa persona con la que sales de vez en cuando a tomar café o dar un paseo está afectando a tu energía vital?
¿Estás teniendo dificultades en poner límites y sientes que das más de lo que deseas?
¿La forma en la que te diriges a ti mismo te incapacita?
En definitiva, ante los retos vitales o acontecimientos diarios, ¿te posicionas en el rol de víctima de las circunstancias, o de protagonista para activar cambios?
Texto extraído de mi artículo Emociones y relaciones – Ver artículo
Deja tu comentario